Capítulo
29
—Yunho
solamente… me dejó, —murmuró Jae a Hag, su voz sonaba tan
desconcertada y ¿triste? como el lo estaba. Durante las últimas
siete noches lo había dejado con la Fey “como si fuera un niño
malcriado con su niñera” mientras que él había estado
afuera sin descanso buscando el anillo, tan determinado a
reemplazarlo para siempre.
Pero
esta salida de sol, no había venido a recogerlo. Eran las tres de la
tarde. Ahora sabía cómo se sentía ser el último niño en ser
recogido de la guardería.
—¿Que
se supone que debo hacer con esto? —Mirando a la nada, Jae le dió
un trago a su cerveza.
El
y Hag estaban en la terraza de la Fey, recostados en unas sillas de
sol, con aperitivos, revistas y una cubeta con hielo con unas Coronas
Lights entre ellos.
Después
del susto con la —bruja-en-el-espejo-, el oráculo había sido
mucho más amable con Jae.
Probablemente
porque sabía que Jae estaba a punto de morir y todo.
Y
Jae la había finalmente perdonado por poner a Yunho en su camino,
después de todo, Hag no tenía nada que ver con que Ren se hubiese
establecido en su interior.
—No
tienes que hacer nada, Jaejoong, —dijo Hag. —Esta tarde
vamos a disfrutar de nosotros mismos, hasta que vuelva.
Dándose
cuenta de que Ren probablemente no querría un bronceado, Jae se
había ido a St.Tropez,
para pasar el día allí, untado en aceite de coco. A pesar de que
siempre se había bronceado con facilidad, por el tiempo que había
pasado últimamente en prisión, estaba pálido. No más. Iba a
broncearse, frenéticamente.
Y
como Ren quería subir de peso, Jae había decidido perderlo. En la
actualidad estaba a dieta de cebada y lúpulo.
—Algo
pasó después de que Ren se levantó la última vez, dijo Jae.
—Desde
entonces Yunho ha estado actuado diferente conmigo. Como si todo el
terreno que había ganado con él lo hubiera perdido.
Cuando
Jae había despertado, Yunho lo había mirado como si el lo hubiera
ofendido, como si él estuviera resentido. Tal vez había probado que
Ren era seducible. Tal vez lo había había instruido en los intentos
de Jae. “Aunque todavía soy virgen”. Por supuesto, Yunho le
había explicado por qué no podían tener relaciones sexuales.
—Me
gustaría apretar tu mano, en un gesto bien intencionado
pero torpe, si mi piel no fuera venenosa. Hag estaba tan
desacostumbrada a tener amigos como Jae.
Cada
noche, una vez que la fey terminaba sus labores, ella y Jae, habían
tomado sus bebidas y conversado.
Emborrachándose
con una Fey. Mi nueva vida normal.
Habían
hablado de pociones, la caza, la locura del Lore. Y de la condición
única de Hag. Resultó que hace años, Hag se había enamorado de un
demonio,estrictamente fuera de los límites para una fey como ella.
El musculoso guerrero había dudado que su “pequeña y delicada
Fey” lo amara, sobre todo porque era muy joven. A su vez, ella
había dudado que pudiera soportar su piel envenenada el tiempo
suficiente para reclamarla. Habían decidido reunirse una década más
tarde bajo el árbol de manzanas de oro de Draiksulia, si todavía se
sentía de la misma manera y el podría obtener un antídoto para
ella.
A
causa de la maldición de Hag, perdió siglos para su cita. Ahora era
incapaz de encontrar al guerrero, ni siquiera sus huesos podían
decirle donde había desaparecido.
Los
ojos marrones de cierva de Hag, brillaban verdes con la emoción cada
vez que hablaba de él…
—¿Oye,
no crees que Yunho este… muerto?, pregunto Jae, confundido de
sentirse casi preocupado por la seguridad de su captor. Captor y
prontamente verdugo. Definitivamente le estaba dando el "Síndrome de Estocolmo" — pensó.
—El
volverá, Jaejoong.
“Y
¿cómo me siento acerca de eso?”
—Me
gustaría saber si está muerto, —dijo Hag mirando su reloj. La fey
estaba trabajando en una poción experimental, que esperaba pudiera
contrarrestar el hechizo que protegía a uno de los enemigos
de Yunho, alguna Valkyria llamada Sora la Radiante. Al
descubrir
que Sora tenía un hechizo de protección, Yunho habia dicho entre
dientes,
¡Nix!
¡Esa perra! Cualquier cosa que eso significara.
—Podría
haberse distraído en su mente y perder el camino temporalmente.
—agregó Hag.
Jae
podía creer eso. Yunho se había ido deteriorando mentalmente muy rápido ultimamente, pero ¿porqué?. Un amanecer
que había ido a buscarlo, estaba cubierto de sangre y delirando
sobre sus enemigos. “¡Sígueme!, no es seguro para ti.” Hace
dos noches, se había despertado en su lugar en el sofá y lo
encontró arrodillado a su lado, acariciándole el cabello.
Había
murmurado, “Cada vez es más difícil de decir cuando estoy
despierto… no se puede vivir así durante mucho tiempo.” Algunas
veces él le hablaba en ruso, como si esperara completamente que Jae
le respondiera en el mismo idioma.
Nunca
lo había interrogado de nuevo aparte de ocasionalmente preguntarle,
“¿Voy a morir esta noche?” “No todavía,” respondía
distantemente. Pero en la última puesta del sol, no había
respondido, solo había mirado fijamente a lo lejos.
Jae
abrió otra cerveza, tapando la botella con un trozo de lima.
agregó
—¿Puedes decirme por qué Ren no está intentando ni siquiera
alzarse? ¿No debería estar preocupado por él justo ahora? ¿Por
qué no está anhelando verlo? Si yo fuera malo y Yunho me hubiera
bañado con joyas y ropa, estaría encima de él.
—¿Lo
harías? —Hag estudió su rostro. —¿Incluso después de todo lo
que él te ha hecho?
Como
siempre, Jae reprodujo la voz burlona del vampiro en su cabeza. “No
puedes compararte con Ren.” Pensaba que era inmune a los insultos,
pero por alguna razón, los suyos habían dado en el blanco. “Eres
demostrablemente mi inferior en cualquier manera. Inteligencia,
riqueza, apariencia, linaje…”
El
desprecio en su tono, su sonrisa de suficiencia. Suspiró. La verdad
de sus palabras.
Su
ego había recibido un golpe.
Pero
entonces estaban esos destellos de un lado diferente de él.
El Yunho
seductor, encantador cuyos besos ponían su sangre ardiendo. El
vampiro que hacía que sus dedos se enroscaran con su acento, sus
anticuadas frases. “Se mi querido...”
—¿Estás
preguntando si podría enamorarme de él? —Jae le preguntó,
intentando imaginar cómo sería ser amado por Yunho. Pero sabía que
era mejor no soñar con cosas que nunca iban a ser. —Incluso si por
algún milagro el sintiera más por mí, nunca lo amaría. Solo un
tonto se enamoraría de su captor. —Encontró la mirada de Hag. —No
soy tonto. Mi interés en él es puramente de vida-o-muerte.
—Tomó
un largo trago de su cerveza. —En ese sentido, ¿Hay alguna opción
de que yo sea su novio? Pareciendo elegir sus palabras con mucho
cuidado, Hag dijo. —Los compañeros mortales son
extremadamente raros para los Loreans. Estoy pensando ahora en todas
las parejas que ha reunido esta Accession y no puedo citar ni una
sola con un humano en la mezcla. En cualquier caso, Yunho desprecia a
los mortales más que cualquiera que yo conozca.
—¿Por
qué?
—No
te lo voy a decir, y te sugiero que no le preguntes.
—Pero
es posible que sea suyo. ¿Por qué no haces de oráculo y lo sabes
con certeza?
—Sabes
que solo puedo hacer un número de tiradas al día.
Jae
había preguntado a Hag como funcionaba lanzar los huesos. Ella había
respondido que era como buscar un texto en un libro, pero si se hacía
demasiado a menudo, las palabras podían volverse borrosas.
—¿Qué
si soy suyo? —insistió Jae. —Si sirves a los intereses de Yunho,
entonces ¿Cómo crees que le afectará una vez descubra que ha
matado a su único y solo novio? ¿Piensas que estará enojado?
La
mirada de Hag voló lejos. —Confío en el juicio de Yunho...
—Cuéntame
por qué le debes tanto.
—Muy
bien. —Hag obtuvo otra cerveza, abriendo fácilmente el tapón con
la uña de su pulgar.
—Hace
siglos, comencé a trabajar para un poderoso hechicero y sus
hermanas. A él no le gustó una de mis predicciones, así que me
maldijo para parecer una vieja bruja repulsiva, cautiva de su
voluntad durante el tiempo que él viviera —una situación
especialmente grave, teniendo en cuenta lo difícil que era
asesinarle. Era conocido como el Único Inmortal. —Sus dedos se
tensaron alrededor de la botella. Justo cuando Jae pensó que se
haría añicos, Hag aflojó su agarre.
—Si
no es por Yunho, todavía estaría atrapada en el sótano de un
húmedo castillo. Él traicionó todas sus alianzas, rompiendo un
pacto para liberarme del hechicero...
—¿Yunho
hizo todo eso por ti?
Hag
soltó una carcajada sin ganas. —No, él tenía otras
misteriosas razones. Mi libertad fue simplemente una feliz
coincidencia, pero de todos modos, me hizo prometer una deuda por
adelantado, lo que me puso en su famoso libro —Su temporizador se
puso en marcha. —Vuelvo después de un rato. No te quemes
demasiado.
Solo,
Jae recogió su revista de viajes una vez más. Volvió la página,
examinando atentamente un artículo sobre Bora-Bora, pero sin leerlo
realmente. En cambio, reflexionó sobre todas las cosas que nunca
llegaría a hacer.
Ver
a su familia de nuevo. Viajar alrededor del mundo. Conseguir una casa
de su propiedad. Tener niños. ¿La idea de Jae de una cerca blanca
de madera? Su propia cabaña en la Montaña Kim. Nunca iba a llegar a
encontrar a ese hombre que lo idolatraría.
Siempre
había imaginado el tipo de chico con el que terminaría, fantaseando
con todo detalle cómo sería. Básicamente todo lo contrario de
Yunho en todos los sentidos.
Reflexionando
como este podía hacer que un chico no deseara estar tambaleándose
al borde de la muerte. Tambaleándose. Jae estaba harto de eso. Por
lo menos en el corredor de la muerte había sido capaz de contar los
días hasta que al fin fuese liberado. Los bordes de la revista se
arrugaron con su apretón. Ahora el sobrevivía en este
infierno-de-espera.
Jae
quería gritar, quería estrangular a Yunho, de verdad podía ver el
atractivo de acabar con la vida de alguien. Como deseaba otra
oportunidad de "cruzar espadas" con él,
especialmente ahora que había aprendido a descifrar la forma en
que hablaba. Había analizado sus declaraciones una y otra vez y
estaba seguro de poder decir cuando se desviaba o cambiaba de tema.
Si
el le preguntaba,"¿te gusta el azul?" y si le
gustaba pero no lo quería admitir, él se burlaba,"¿parezco
el tipo de hombre al que le gusta el azul?".
Yunho
empezaba sus frases con “Tal vez" o "Apuesto que"
para evitar mentir. O decía algo escandaloso para distraer la
atención.
Jae lo llamaba el lenguaje de Yunho. Jae estaba de acuerdo con él en una
cosa: para tener la más remota oportunidad de sobrevivir, sólo
había una opción abierta para él. Seducirlo.
Una
parte de el quería intentarlo una vez más, quizá si conseguía que
lo reclamara totalmente, podría abrir una brecha entre él y Ren.
O
quizá debería sólo hacerle la mamada que él quería. Recordaba
las palabras de su primo Heechul, que era la puta residente de la
ladera: "Si quieres comunicarle una idea al cerebro de un
hombre, hazlo a través de su pene. Es como ponerle una bocina en el
oído a todos".
Reflexionando
sobre que la seducción de Yunho no tenía nada que ver con el hecho
de que Jae todavía le deseaba como al crack. Efectivamente había
despertado algo en él.
Durante
toda la semana Jae había estado caliente como el infierno, sufriendo
por sentir sus manos sobre él, recordando lo que habían hecho
juntos. Cuando dormía soñaba con amamantarlo, y luego teniendo su
ancha erección dentro de él.
Se
había tocado un par de veces en la ducha, pero nunca se relajaba lo
suficiente como para llegar al orgasmo, pues temía que Yunho
apareciese de repente, lo descubriera y se burlara de el
maliciosamente.
Jae
soltó un suspiro, pasando de la página, decidiendo que no había
nada que hacer. "Nunca tuve oportunidad con él de todos modos"
Lo
que significaba que no había ninguna opción abierta para él. Se
daba por muerto, como los soldados en el frente. La idea era
liberarse de alguna manera. La presión para influir en él
había sido agotadora. Especialmente porque lo había evitado
durante días.
Estaba
resuelto a ser firme.
¿Entonces
por qué se le volvían borrosas las páginas por las lágrimas no
derramadas?
Lo
odiaba. Lo deseaba. Durante una semana, Yunho se había mantenido a
distancia de Jaejoong, dejándolo con Hag e ignorándolo cuando se
veían forzados a estar juntos.
Nunca
la había necesitado tanto como ahora.
Durante
todo el día había estado siguiendo la pista a Yoochun Park —que
había sobrevivido sin ayuda de Yunho. Resultó que el Hombre de
Hierro había sido un berserker inmortal todo el tiempo, aunque Park
no lo había sabido.
Una
y otra vez, Yunho había intentado acercarse lo suficiente a él para
interceptar su mente, pero su compañera, Sora, tenía algún tipo de
hechizo que repelía a Yunho.
La
súka nunca se apartaba del lado de Yoochun.
Después
de pasar el día espiando a la pareja —incluyendo sus entusiastas
encuentros sexuales, Yunho regresó a su departamento, cansado pero
excitado, ansiando a su propia pareja. A su Novio. La última vez que
Ren había salido a la superficie, él había jurado renunciar
al mortal. Y después de haberle comprado al Dios de todo excepto la
luna, el había estado de acuerdo en levantarse en dos semanas.
¿Pero
qué hacer hasta entonces?
Estar
separado de su Novio estaba afectando tanto a su cuerpo como a su
cordura. Se había teletransportado dormido más a menudo, había
tenido más ataques de rabia, e incluso bloqueos mientras cazaba. En
lugar de visiones sobre el anillo, había estado soñando
con cosas largo tiempo olvidadas, recuerdos al azar, sus propios
recuerdos.
“Un
niño de pelo castaño alcanzándome."
La
valkyria Helen, embarazada, mirando con pesar a su marido.
“Nix
demandando ¿dónde está tu paciencia...?” Y más, Yunho había
percibido esa misteriosa presencia otra vez. Los Daci. Creyó
haberlos sentido fuera del departamento un par de veces. Pero no los
había visto. ¿Le habían estado siguiendo, o sólo había imaginado
su presencia?
Demasiadas
novedades, demasiados movimientos."Y apenas puedo dejar
de pensar en Jaejoong y mantener mi lujuria bajo control"
Antes
de que lo recogiera por el resto del día, sabía que tenía que
aliviar un poco esta presión. Valía la pena después de siete días…
Tendido
en su cama, con cuidado se bajó los pantalones por encima de su
dolorosa erección. La apretó en su puño y comenzó a bombear,
preguntándose si Jaejoong se había atrevido a correrse, después de
su última vez juntos.
Mientras
que él había estado ocupado pensando en su miserable estado sexual
lejos de Jaejoong, no había pensado en el de él.
Era
un joven lujurioso. Probablemente el pequeño campesino se habría
aliviado el mismo
fácilmente.
Dentro de su casa, acariciando su sexo virgen. Esa delicada piel
desnuda creciendo tan resbaladiza. La idea lo puso a echar humo
mientras se bombeaba con el puño. ¿Haría caso de su sugerencia y
se penetraría con un dedo? ¿O dos? ¿O esperaría a que él le
enseñara…?
Sus
colmillos gotearon en su boca, afilados por Jae. Se pasó la lengua
por uno, chupando su propia sangre, fantaseando con que era de él.
Su espalda se arqueó mientras gemía en ruso, “Espérame,
Jaejoong. Espera…” El semen subió hasta su polla
desenfrenada mientras se mecían sus caderas, cogiéndosela con
el puño…
Sin
embargo, luego se desaceleró. ¿Qué pasaría si hubiera esperado
por él?
Quiero
sus manos sobre mí. Quiero que me vea venirme. Jaejoong había
disfrutado viendo derramarse su semilla. Si regresaba con él, podría
convencerlo para que la extrajera de él. Con la boca. Este plan
tenía sentido —tomando su liberación con él, usándolo como una
herramienta. Aunque sólo fuese para apuntalar su cordura.
Con
ese objetivo en mente, minuciosamente puso con mucho cuidado su eje
dentro de sus pantalones, puso mala cara para disimular su erección,
y entonces se teletransportó hasta Hag.
La
fey miraba dentro de una olla hirviendo. ¿Dándole una mirada de
censura? —Jaejoong está afuera.
Yunho
encontró al mortal tomando el sol mientras leía la revista Travel
Leisure, con una cubeta de cervezas heladas a su lado.
Llevaba
un traje de baño. Uno pequeño. De color rojo cereza. Su piel dorada
reluciendo cubierta de aceite. El aceite de coco —una esencia
exótica, y por lo tanto un erótico, olor.
Su
mandíbula se aflojó, su polla endureciéndose en expectación. ¡No
sabía que esta visión me daría la bienvenida!
Deseando
verlo en su tiempo libre, se teletransportó hasta la casa, se puso
las gafas de sol y luego regresó. Después de decirle a la fey que
diera un paseo, teletransportó una silla hasta el borde de las
sombras, en silencio se quitó el abrigo.
Allí,
observó, fascinado, por como el sol empapaba la piel ahora
dorada de Jaejoong, calentándola, marcándola ante sus ojos.
Nunca había visto una carne tan suave como la de él. Sus dientes
brillaban incluso más blancos contra su nuevo bronceado. Vio un
sutil toque de color caoba en esa brillante melena. Era de las
montañas, en algún lugar de su línea, probablemente tenía un
antepasado escocés.
Su
traje de baño se burlaba de él, el material se aferraba a su
miembro vírgen.
El
doblaba la página que estaba viendo. Sólo había una razón para
guardar las páginas de una revista de viajes. Cuando se sueña con
un futuro viaje. Uno que nunca vas a hacer.
Él
frunció el ceño ante su reacción a esto, se recordó a sí mismo
que no se arrepentía de las decisiones ya tomadas. Y su sacrificio
había sido determinado durante media década.
Lo único que quería
era el uso de su hermoso cuerpo hasta entonces. —Quítate el traje
de baño, mascota.
Jae
abrió la boca. —Deja de llamarme así, imbécil.
—Pero
tú eres una mascota. Te alimento, te doy refugio, te acaricio. Y tú
me traes diversión. Ahora haz lo que te digo.
—Si
hubiera sabido que ibas a pasar el día aquí, me podría haber
metido en una bolsa.
—Por
eso es que estas iracundo hoy.
—En
esto, Yunho. No tengo nada por lo que estar iracundo.
—Ah,
tú has debido extrañarme.
—Claramente
no tanto como tú me echas de menos. —Jae levantó sus gafas de
sol, poniendo los ojos sobre su erección.
—Te
he dado una orden.
Jae
al final apretó los labios. —¿Quieres ver mi cuerpo
desnudo?—Ronroneo el y le lanzó esa sonrisa cegadora.
Se
sentó erguido en la silla, tensándose con anticipación.
—Conseguiste
que Ren te lo mostrara. —Su sonrisa se desvaneció, Jae tomó la
cerveza, doblando su dedo alrededor del cuello de la botella.
Mientras
bebía, Yunho pensaba, no tiene clase. Pero, curiosamente…
excitante. —Tu ni siquiera aspiras a su gracia ¿verdad?
—No.—El
chupó ruidosamente una rodaja de lima.
—Tú
realmente no quieres hacer esto hoy, Jaejoong.
—¡Pero
tengo que hacerlo! Ya ves, me estoy quedando sin días con demasiada
rapidez para aplazar cualquier cosa. Negándose a morder el anzuelo,
él estuvo de acuerdo: —Sí. Lo estas.
—Ahora
cierra la boca y quítatelo.
Jae
se río y bebió más cerveza. —Tomas un trazado largo de un puente
corto, vampiro.
—¿Ya
no quieres seducirme lejos de mi Novio?
—No,
he decidido que nada vale la pena prostituirse para ti.
—¿Y
qué acerca de tu razón alternativa?—¿Simplemente querer estar
con un hombre? ¿Conocer su taque?
—Fue
bueno Yunho, pero no tan bueno.
—Te
viniste con suficiente rapidez.—Él más bien prefería disfrutar
de esta contienda, por que rara vez le sucedía.
—¿Estás
seguro que quieres ir por ahí?—Porque, oh gran rey, tú te viniste
en tus pantalones. Sus ojos se estrecharon. —¿No fue eso lo que
pasó con todas tus demás conquistas?
—Solo
porque yo no sea pobre, imbécil y vulgar como ellos eso no quiere
decir que sea inmune a tus encantos. Ahora. Quítatelo.. Al ver que
el no lo hizo, le espetó: —Tú me desobedeces, ya que asumes que
no recibirás ningún castigo.
—Que
te parece jugar un juego de toma y da. Tú respondes a mis preguntas
y yo tiraré de esto — indicó con su dedo el borde de la pretina.