lunes, 29 de junio de 2015

Juegos De Caballeros ~ Capítulo 29



Capítulo 29

Yunho rellenó la copa de vino de Jaejoong después del almuerzo, luego echó su silla hacia atrás. La comida que el ama de llaves preparó para ellos estaba deliciosa, sin embargo ambos ni la disfrutaron después de su mañana tempestuosa.

Tengo que salir un rato esta tarde.
Jaejoong asintió, extrañamente aliviado ante la perspectiva de un tiempo a solas. Cada momento con Yunho era completamente acelerado y las experiencias del día hasta el momento lo dejaron sintiéndose en carne viva y expuesto.

Le dolía el cuerpo, y el corazón le dolía aún más. Necesitaba un baño de espuma para suavizar sus músculos, y algún precioso espacio para pensar. En menos de veinticuatro horas estaría de regreso en Corea con Minho, y no tenía ni idea qué diablos iba a hacer.
Lo único que sabía era que las próximas horas se sentían como si se acercara su ejecución.


*******

Yunho apoyó la frente contra el lado frío de la ventana del auto y se quedó mirando el soso edificio del hospital universitario de ladrillo rojo.

Este no fue su destino planeado esta tarde, pero instintivamente giró hacia él de todas formas, en lugar de pasar de largo. No tenía intención de entrar. Sus dedos se cerraron alrededor de la carta en el bolsillo de la chaqueta, no preocupándose por el hecho de que la arruinaba hasta un punto en el que leerla de nuevo sería casi imposible. 

Sabía lo que decía sin mirarla.

Su viejo y querido papá estaba aquí una vez más por abuso de alcohol, sólo que en esta ocasión había muchas posibilidades de que no saliera bien librado de nuevo. Había sido un muerto andante desde que su esposa se suicidó; Yunho sólo se sorprendió de que le tomara tanto tiempo. No tenía sentimientos que ofrecer excepto disgusto y odio, y ¿de qué le servían a un moribundo?

Dejó al capellán escuchar las súplicas por perdón de su padre. Dejó que la fría mano de un extraño fuera su consuelo. Yunho no tenía nada que darle.

Estudió el edificio y se preguntó cuál ventana albergaría a su padre. ¿Cómo luciría aquellos días? Yunho cortó todos los lazos con él después de la muerte de su madre, escogiendo quedarse con los familiares que soportaban su presencia problemática como una cruz en vez de quedarse con el padre miserable que abogó diariamente por la comprensión de su hijo.

Sin embargo, donde fuera que Yunho colocara el sombrero, las cartas lo seguían obstinadamente. Su padre siguió su progreso en todo el mundo y se mantuvo en contacto cada pocos meses, a pesar del hecho de que nunca recibió ninguna respuesta de que sus palabras llegaran a su hijo.

Yunho no quería leerlas, y durante muchos años, no lo había hecho.
Las arrojaba sin abrir una encima de la otra en una vieja caja, inseguro de por qué no las lanzaba a la chimenea en su lugar.

A medida que los años transcurrieron y las cartas continuaron llegando, el caparazón protector de Yunho se endureció lo suficiente para que lograra abrirlas sin ser envuelto por la furia. Ya no era ese niño asustado.

Las cartas le traían noticias de su patria, de las muertes de la familia y de los bebés naciendo que compartían su linaje. Carta por carta, esas ventanas de papel en las pequeñeces de la vida día a día en el Círculo Polar Ártico reavivaron su amor por Noruega, una nostalgia profunda de recostarse sobre su espalda en el claro y ver los cielos bailar una vez más.



Y así reconstruyó su relación con su patria, hizo las paces con el reino frío y hermoso que contenía esos recuerdos agridulces. Volver a Tromso como un hombre exitoso calmó el rugido de injusticia en su corazón. Llegó al punto de partida, y después de años escapando, fue conveniente que Noruega le ofreciera el puerto seguro y el consuelo perdido en su vida en Corea.
Sin embargo, todavía no se puso en contacto con su padre.

No podía hacerlo. Cuando todo se dijo e hizo, el hombre fue el responsable de la muerte de su madre, y toda la conversación en el mundo no podría cambiar eso.

Arrojó la carta hecha un ovillo en el asiento del pasajero y puso el auto en reversa. Aceleró cuando golpeó el camino abierto, disgustado consigo mismo, incluso por estar allí en primer lugar. Había otro lugar en el que quería estar.


*******


Jaejoong se recostó en las burbujas de vapor y cerró los ojos. Si pudiera congelar el tiempo, presionaría el botón en este momento. Yunho lo transportaba a este cuento de hadas de cielos mágicos y sexo grandioso, pero la aventura tenía que llegar a un final abrupto mañana.

Los cielos grises y la discordia marital esperaban impacientemente por él, de vuelta en Corea, y la idea de ver a Minho nuevamente hizo su estómago un ovillo de miedo.

Todo su mundo giró en torno a él durante toda su vida adulta, era todo lo que conocía del amor. Pero, ¿lo seguía amando? La pregunta dio vueltas en su cabeza. Antes de que conociera a Jung Yunho, habría respondido que sí sin pensarlo, pero ¿habría sido la verdad? Amar a Minho era natural, pero esta semana con Yunho lo obligó a tomar una píldora de honestidad cuando se trataba de sus propias emociones.

Jaejoong alcanzó la copa oscura de Shiraz equilibrada en la repisa al lado de la bañera y bebió un gran trago. El vino calentó sus venas y lo fortificó con coraje noruego para continuar su larga sesión de terapia personal atrasada.

Era muy curioso dar un paso atrás y mirar los hechos descubiertos.
Jaejoong tuvo la idea de que Minho veía a otra persona por más meses de los que estaba dispuesto a admitir, sin embargo, ignoró la creciente evidencia. Fue alarmantemente fácil considerar sus explicaciones alternativas plausibles en lugar de enfrentar la posible verdad y toda su fealdad asociada.

¿Minho era consciente de que él lo sabía? ¿Tomó su falta de desafío como una aceptación tácita? La vergüenza le sonrojó las mejillas más calientes que el agua del baño de vapor. ¿Cuán poco debe pensar de él, si ese fuera el caso? Sabía en su corazón por qué se mantuvo su silencio. Era sencillo, de verdad. Quería que él lo eligiera.

Luego llegó Jung Yunho, y en una mirada de él, y Jaejoong dejó de esperar. Con un solo toque, la venda le cayó de los ojos. Yunho le recordó cómo se sentía ser adorado, y lo mucho que lo extrañó la sensación.

Los recuerdos de Minho se agolpaban en su mente, y los dejó entrar. Recuerdos de los momentos en los que él fue el único en hacerlo sentir adorado.

A los catorce años, riendo mientras Jae subía a la barra de su bicicleta todo el camino a casa desde la escuela. A los dieciocho, con el cabello muy largo y su gran sonrisa que iluminó su corazón. Y en su vigésimo primer cumpleaños, nervioso y de rodillas en las hojas húmedas, mientras caminaban por el parque.

Las lágrimas se deslizaron debajo de sus párpados cerrados. Lágrimas por Minho, y por su amor que alguna vez se sintió demasiado importante como para romperlo.


*******

Yunho metió las manos en los bolsillos y bajó la barbilla en su chaqueta. El cementerio estaba adecuadamente desolado, y no había flores para animar la lápida gris que llevaba el nombre de su madre.

¿Estaría orgullosa del hombre en el que se había convertido? ¿Habría recorrido el mismo camino si ella hubiera vivido? No tenía ninguna respuesta, o alguien a quién preguntar. 

Ella se fue de su vida por más años de los que estuvo, y sus remembranzas estaban todas envueltas en recuerdos infantiles de lágrimas limpiadas y besos de buenas noches, de rodillas raspadas y nevadas en las mañanas de navidad.

No fue una decisión consciente envolver su corazón y enterrarlo junto a su madre, sin embargo, de alguna manera ocurrió. Permaneció en la misma tumba todos esos años atrás, un hombre-niño, apenas un adolescente, de repente solo y carente de amor.

Nadie se acercó a fundir el hielo alrededor de su corazón desde entonces, a pesar de que muchos lo intentaron. Creció hermoso y rebelde, era problemas para todos y deseado aún más por ello por las novias y novios que llenaban su pasado.

Yunho extendió una mano y la puso contra la fría, lápida dura. Su rostro era confuso en su mente ahora, era más una sensación que una imagen. Su memoria lo mantuvo a salvo mientras crecía. Ella era la única persona que lo miraba a él y comprendía su corazón.

Se frotó las manos sobre la cara. Vino aquí porque necesitaba hablar y no había nadie más para escucharlo.

¿Qué hacía con Kim Jaejoong? ¿Por qué intentaba salvarlo? ¿Qué demonios se creía que era: Caballero por autoproclamación y Caballero por naturaleza? Y si eso era todo, ¿por qué sentía cada vez más como si él fuera quien lo salvaba?

Sin siquiera intentarlo, Jaejoong se metió bajo su piel de una manera que muchas mujeres y hombres refinados y depredadores que poblaron su vida y su cama hasta ahora nunca consiguieron.

Su suavidad y su valentía lo impresionaron demasiado, y encontrarlo en sus brazos cuando despertaba parecía calmar su siempre presente necesidad de levantarse y luchar.

Cerró los ojos por un segundo en conmemoración silenciosa, y luego se giró y se alejó.

domingo, 28 de junio de 2015

Juegos De Caballeros ~ Capítulo 28



Capítulo 28

De vuelta en las puertas de la casa de campo, Yunho fue aclamado por su encargado. Quedó claro en la expresión del hombre que tenía muchas ganas de tener una discusión detallada con su jefe.

Jaejoong hizo un gesto a Yunho cuando él le echó una mirada de disculpa, dispuesto a hacer su propio camino a la cocina en busca de café.

Y ahí es donde tenía toda la intención de ir, en un primer momento al caminar derecho frente la puerta abierta del estudio de Yunho. Pero entonces vaciló. Se encontraba cerrada cuando le había dado una visita guiada y no le había dado importancia, pero ahora estaba abierta y había una oportunidad de echar un vistazo detrás de la cortina.

Yunho daba tan poco de sí mismo, sin embargo, parecía saber mucho de él. Tal vez
reuniendo un poco más de información, comprendería un poco más, ayudaría a ver detrás de la fachada que había elegido mostrar.

Miró con incertidumbre ida y vuelta por el pasillo desierto, muy consciente de que una puerta abierta no era necesariamente una invitación a entrar. Luego su curiosidad venció sus escrúpulos y entró.

La habitación estaba amueblada de manera similar al resto de la casa de campo, aunque sutilmente diferente. Más sencilla, más recortada, destilado de reflejar la esencia del hombre que la utilizaba.

Un escritorio grande, elegante dominaba el espacio, y Jaejoong se sentó en la silla giratoria de cuero de color rojo oscuro detrás de él para inspeccionar la habitación. Las ventanas del piso al techo creaban una pared de cristal con vistas al fiordo, más costoso que cualquier mural o arte jamás podría haber sido.

Jaejoong estaba aprendiendo rápidamente que este edificio era todo acerca de hacer la mayor parte de esa hermosa vista: cada habitación rendía homenaje a la porción de cielo más allá de transcendental.

Sus ojos se movieron nuevamente dentro de los límites del estudio, con hambre de conocimiento, ya que él mismo se había permitido entrar ilegalmente en el santuario de Yunho. Estaba despojado de adorno o arte, lo que sólo sirvió para poner de relieve el poder personal en la sala.

Jaejoong alargó la mano y tocó con un dedo el marco de plata de la gran fotografía en blanco y negro en el escritorio de Yunho, reconociendo de inmediato los rasgos inconfundibles del niño castaño con los ojos brillantes. 

No podía haber tenido más de diez en la imagen, pero incluso cuando era un niño, Yunho había sido impresionante. Sus pómulos definidos fueron suavizados por la flor de la juventud, y la risa iluminó la sonrisa que rompía su rostro de forma abierta.

Pero fue la inocente mirada de amor en sus ojos que hizo el corazón de Jaejoong contraerse por la emoción. La risa de Yunho y la adoración estaban dirigidos a la mujer a su lado en la foto, con los brazos enrollados alrededor de sus delgados hombros.

Ella estaba elegantemente vestida de negro, con su pelo rojizo apartado de su rostro. Discretos diamantes brillaban en el delicado brazalete alrededor de su muñeca.
Su mirada se centraba en Yunho mientras miraba hacia abajo, e incluso sin que sus facciones completas estuvieran mirando a la cámara, era obvio que la mujer sólo podía ser la madre de Yunho.

La conexión entre ellos saltaba desde detrás del vidrio y la broma privada que compartían excluía al mundo que les rodeaba. Jaejoong suspiró ante la ternura de la imagen, el vínculo irrompible de amor entre una madre devota y su hijo.

Sosteniendo el marco en sus manos, Jaejoong estudió el conjunto relajado de los hombros del niño Yunho y la expresión despreocupada en su rostro. El hombre al que había llegado a conocer en los últimos días era todo ángulos duros y músculos tensos, pero más que eso, era todo acerca de estar en control de sí mismo, y encargarse de los que le rodeaban.

Irradiaba una baja frecuencia de peligro en todo momento, y Jaejoong sintió que de tener que hacerlo, actuaría completamente despiadado. ¿Qué le había pasado? ¿Dónde había ido su suavidad, lo abierto que se veía en la foto?

Claro, todo el mundo crece, pero el niño de la fotografía era un mundo aparte del hombre cuyos brazos acababa de dejar.

¿Qué estás haciendo aquí?

La cabeza de Jaejoong se alzó culpable ante el sonido de la voz cuidadosamente controlada de Yunho desde la puerta. Había estado tan absorto en sus pensamientos que no había oído sus pasos acercándose, ni notado que estaba en la puerta mirándolo.

Yo solo... quería... —Estaba completamente nervioso, y muy consciente de que cuanto más se tropezaba con sus palabras, más culpable lo hacía sonar.
¿Querías qué, Jaejoong?

No había oído ese tono en su voz antes. Muerta y plana, y más depredadora por su tranquilidad.

Jaejoong miró la imagen fija en sus manos, y la puso con cuidado sobre el escritorio. 
Así que, estaba en su oficina. No era el crimen del siglo, no le había pedido expresamente no entrar aquí, y él no había hurgado alrededor. En realidad, no. 
La fotografía era fácilmente la cosa más fascinante en la oficina: la austeridad de la habitación parecía diseñada para atraer la mirada, por lo que mirarla había sido una respuesta natural. Acomodó sus hombros hacia atrás y lo miró a los ojos.

La puerta estaba abierta. No me di cuenta que estaba fuera de los límites.

La mirada inescrutable de Yunho se deslizó del bastidor a la fotografía, y luego lentamente a Jaejoong.

Es una hermosa toma —dijo Jae en voz baja, mirándolo por una reacción. 
Practicada, como él obviamente lo hacía para ocultar sus emociones, Yunho no pudo detener el pulso que latió a lo largo de su mandíbula tensa, ni la forma en que su garganta se movió al tragar duro. Pasaron varios segundos antes de volver a hablar.

Sí. —Se paseó por la habitación hacia las ventanas, con el rostro de perfil, mientras observaba el fiordo más lejano—. Preferiría que no vinieras aquí de nuevo.

Fue un rechazo claro y directo, y frustró el infierno fuera de Jaejoong.
Había empleado la misma táctica de anoche en el jacuzzi, golpeando el freno en la cara de cualquier pregunta que fuera más allá del aquí y el ahora.

¿Es tu madre?
Vio su garganta moverse otra vez, pero sus ojos permanecieron fijos en la vista.
Lo es.
Es impresionante.
Yunho asintió lentamente. —Era.
Jaejoong respiró. —Lo siento.
¿Por qué?
Obviamente... —Jaejoong volvió a mirar la imagen con la nueva comprensión, y luego, hacia el perfil aparentemente pasivo de Yunho.
Debes extrañarla.
¿Debo?

Jaejoong frunció el ceño, consciente de que estaba haciendo deliberadamente la conversación lo más difícil posible.

Se volvió hacia Jae. —Mira, tengo que hacer un par de llamadas, Jaejoong. ¿Te importaría...? —Sus ojos se desviaron hacia la puerta.

¿Por qué haces eso? —preguntó Jaejoong, sin hacer ningún movimiento para levantarse de la silla.
Yunho suspiró audiblemente. —¿Hacer qué?
Cambiar el tema cada vez que te pregunto por cosas personales.

Se encogió de hombros y rodo los ojos, una muestra deliberada de despreocupación que no engañó a Jaejoong ni por un segundo.
No lo hago. No hay nada que decir.
¿Pero seguramente tienes familia aquí en Noruega? 
 
Su mandíbula se endureció de nuevo y sus fosas nasales se abrieron ligeramente.
Jaejoong sabía que lo estaba presionando, pero no estaba dispuesto a parar. Las escalas de conocimientos actualmente se inclinaban demasiado en su favor y quería restablecer el equilibrio.
Se encogió de hombros. —Algunos.
¿Hermanos... hermanas?
¿Por qué es importante?
Porque lo es, Yunho. Eres lo suficientemente feliz para profundizar en mi matrimonio. ¿Seguro puedo hacer preguntas también?
Sus ojos se oscurecieron mientras consideraba su respuesta.
Está bien. —Cruzó los brazos sobre su pecho, una muralla defensiva—.
No hay hermanos. No hay hermanas. Mi madre está muerta. ¿Algo más?

Jaejoong retrocedió ante la entrega contundente de sus palabras, y la desolación que había detrás de ellas.
Lo siento —murmuró otra vez.
No lo sientas. Fue hace mucho tiempo y soy un adulto. Puedo cuidar de mí mismo.

No lo dudaba. Pero aún así algo lo mantenía en su lugar en la silla, a pesar de que había dejado claro que lo quería fuera de su oficina y que esta conversación terminara.

¿Y tu padre?
Los ojos de Yunho se estrecharon, y Jaejoong se percató de la forma en que sus dedos se enterraron en sus antebrazos.
Suficiente, Jaejoong.
Así que era eso. —¿Está aquí en Noruega?

Yunho puso las palmas de sus manos sobre el escritorio y le clavó una dura y firme mirada. —Te dije que es suficiente.

Jaejoong se irguió a una posición de pie y lo miró de lleno en toda la extensión de la mesa. Su respiración era infinitamente demasiado rápida, y sus ojos brillaban con ira reprimida, aunque su tono se mantuvo imperturbable.

Podemos hablar de ello, si pudiera ayudar —dijo Jaejoong suavemente, sintiendo que estaban bailando alrededor de algo en lo más profundo en la psiquis de Yunho.

Se rió con aspereza. —Y de repente eres psiquiatra. Es un gran salto desde asistente personal, príncipe.

Jaejoong se estremeció interiormente, odiando su uso sarcástico del cariño que hasta ahora había parecido tan íntimo. —Sólo estaba tratando de ayu...
No. necesito. tu. Maldita. ayuda. —Las palabras de Yunho cortaron a través de Jae y lo sorprendió en un silencio momentáneo. Se miraron por encima del escritorio.
Pero tú crees que necesito la tuya —dijo.
Eso es diferente y lo sabes jodidamente bien.

¿Lo es? —Se inclinó hacia él—. ¿Por qué? ¿Porque tú lo dices?
¡Sí, maldita sea! —Yunho golpeó la mesa para enfatizar—. Y porque tú necesitabas mi ayuda, y yo no necesito la tuya, o la de cualquier otra persona.

Sus ojos ardían en los de Jae, y sus puños en forma de bola fuertemente le dijeron que estaba tan tenso como él.

Está muerto, Jaejoong, ¿de acuerdo? Todo esto fue hace mucho tiempo, y no es asunto de nadie sino mío, pero sólo para que conste, mi padre está muerto. ¿Feliz, ahora?

Afectado, Jaejoong observó el rostro de Yunho en busca de rastros de cualquier expresión, pero ira era todo lo que había. No entendía lo que había detrás de él, pero algo le había sucedido a este hombre. En algún momento, algo grande y feo que le había sucedido para acabar con esta enorme y pesada carga de total autosuficiencia que llevaba encima de sus hombros.

Echó un vistazo a la foto una vez más, y luego otra vez al hombre en que el niño sonriente se había convertido.

No. Estoy muy lejos de ser feliz, Yunho —murmuró Jaejoong—. Te voy a dejar hacer tus llamadas. —Se volvió para salir de la habitación.

Estaba detrás de Jae antes de que llegara a la puerta. Aplastó su cuerpo contra la pared con el suyo, sus manos empujaron en su pelo. —Lo siento, príncipe. Lo siento...

Jaejoong cerró los ojos llenos de lágrimas y lo abrazó, deseando que su toque pudiera derretir la tensión del hierro de los hombros y la tristeza sombría de sus ojos. Lo había presionado para saber más acerca de él, y todo lo que había logrado era desenterrar recuerdos que, obviamente, le dolían.

Suavizó su respiración áspera con tiernas manos y alisó los dedos sobre la seda de su pelo, hasta que por fin levantó la cabeza y lo besó. Sus labios se movían lentos y dulces sobre los de Jae, bálsamo para calmar el escozor de sus duras palabras anteriores.

Yo también lo siento —susurró en su boca, abriendo la mandíbula para dejar que su lengua se deslizara dentro. Podía sentir sus latidos fuertes en contra de los suyos, y su erección endureciéndose contra su vientre.

Dedos temblorosos tiraban de la ropa en busca de que la comodidad y la calidez de la piel desnuda, disolvieron las tensiones de la única manera que sabían, entrelazados juntos en el piso de la oficina de Yunho.

sábado, 27 de junio de 2015

Juegos De Caballeros ~ Capítulo 27



Capítulo 27 +18

¿Ahora sería un buen momento para decirte que solía ser un boy scout? —preguntó Yunho.

De alguna manera, la idea no sonaba verdadera.
¿Por qué me has atado a un árbol? —exigió Jae. Yunho se sacó su sombrero de lana y abrió la cremallera de su chaqueta.
Es un juego.
¿Un juego?

Asintió. —Te va a gustar. —Le levantó el pelo y lo besó en el cuello al descubierto—. Se llama Mostrémosle a Jaejoong lo jodidamente hermoso que es.

La respiración de Jaejoong quedó atrapada en su garganta. —Yunho…
Le levantó el suéter y el aire fresco y frío le golpeó el vientre, luego se inclinó y besó su ombligo y lo único que Jae registró fue el calor.

Se enderezó y besó sus labios entreabiertos de nuevo, dejándolo sin aliento.
Tu esposo te está engañando.

Jaejoong frunció el ceño, sorprendido por la extraña combinación de Yunho de conversación seria con estimulación sexual.

Movió el suéter más arriba para revelar su pecho desnudo. Su mirada le quemó la piel, incluso cuando el aire lo enfriaba. Extendió el brazo y le cubrió los pezones con las manos.

¿Debería hacer que lo asesinen?
Le pellizcó los pezones, ya rígidos por el aire frío y el deseo. Jaejoong se retorció, pero el pañuelo suave lo mantuvo firme.

¡No! —Esperaba que estuviera bromeando. ¿Lo estaba?—. Yunho,
¿tenemos que tener esta conversación mientras estoy atado a un árbol?

Sí. —El estúpido hijo de puta no aprecia el hecho de que tiene un esposo perfecto.
Bajó la cabeza y le chupó primero un pezón y luego el otro. Su boca caliente fijada con fuerza sobre Jae, y la brisa fría en su carne lamida y humedecida sólo sirvió para aumentar la increíble sensación.

Cuando abrió el primer botón de sus jeans, Jae jadeó. —Yunho, no. ¿Qué pasa si alguien camina por aquí?

Lo miró hacia arriba sin soltar sus pezones.
Probablemente nadie lo hará.
Probablemente no es lo suficiente bueno. Por favor... ¿no podemos simplemente...?
Las palabras azoradas murieron en sus labios cuando Yunho se levantó y apretó su cuerpo contra el de Jae con firmeza y el material frío de la chaqueta se arrugó contra su piel.

Si alguien viene, lo cual no sucederá, serían malditamente afortunados de verte así. Sin embargo, es otra cosa que tu marido parece dar por sentado.

Ni siquiera sus dedos en la cinturilla de los jeans de Jae podían quitar el aguijón de las palabras acerca de Minho, sobre todo porque sabía que tenía razón.

Es complicado, Yunho.
¿Por qué? —Sus pulgares dibujaron círculos sobre sus caderas.
Porque... —Jae luchaba por aferrarse a su línea de pensamiento—. No lo entenderías. Simplemente no es como tú.

Sintió que él exhaló con desprecio.
¿Quieres decir que es aburrido, bajo y viste trajes de mierda horribles?
Risa inapropiada burbujeó en su garganta. —No, no es ninguna de esas cosas. Él es...

Los dedos de Yunho desabrocharon el último de sus botones, y el roce de las yemas de sus dedos contra su hueso púbico lo dejó sin habla.
¿Es qué, Jaejoong? —susurró contra su garganta.
Se encogió de hombros, dolido y emocionado. —No sé... se aburre... conmigo... ¿supongo?

Yunho maldijo entre dientes y arrastró sus pantalones por sus caderas.
Culparte a ti mismo no justifica su comportamiento de mierda.

Jaejoong lo miró, sorprendido por la aspereza de su voz y sus manos, y ridículamente encendido por el sentimiento lascivo de los jeans alrededor de sus rodillas y la fría brisa entre las piernas. Se apoyó en Jae mientras se levantaba y ahuecó su trasero con sus manos grandes y cálidas.

¿Por qué crees que se folla a otra persona cuando debería estar follándote a ti?

Jaejoong arrastró aire frío en sus pulmones, no pudiendo respirar adecuadamente. 
Las palabras de Yunho yacían como ácido en su corazón, pero sus dedos calmaban el dolor de la quemadura.

Supongo que ya no soy suficiente para él —susurró. 
Era el temor que mantenía oculto incluso de sí mismo.

El juego de Yunho estaba resultando ser uno con altas apuestas emocionales, y estaba muy seguro de que era un juego que no podía ganar. Se sacudió cuando sus dedos se hundieron en la carne de su trasero.

Y una mierda. ¿Dónde están tus agallas? —Deslizó el brazo entre sus cuerpos y lo tocó entre las piernas. Cuando su boca cubrió la de Jae, su respiración era tan dificultosa como la suya.

Te diré por qué lo hace, Jaejoong —susurró Yunho mientras sus hábiles dedos masajeaban su miembro—. Lo hace porque puede. No es más complicado que eso.

Sus palabras estaban en sus oídos y su cabeza, pero su cerebro era incapaz de procesarlas sobre las sensaciones de la mano entre sus piernas.

La monogamia no es natural. No para los hombres, de todos modos. —Empujó profundamente dos dedos dentro de Jae y se le doblaron las rodillas—.

Arrastró la boca abierta por la curva de su cuello mientras sus dedos trabajaban entre ellos. Jaejoong descubrió que no le molestaba nada más sobre la posibilidad de que algún extraño los descubriera en el claro, porque deseaba muchísimo el orgasmo hacia el que Yunho lo empujaba.

Sin embargo, algo en sus palabras le impidió entregarse a él. Estaba equivocado. Después de la semana que acababa de pasar con él, sabía muy bien que todos hasta los aparentemente inocentes como él eran capaces de engañar.

Nunca pensé que engañaría, sin embargo aquí estoy, atado a un árbol por un… un… magnate del sexo noruego. —Por Dios. ¿De dónde había salido eso?

¿Magnate del sexo? —Yunho murmuró con incredulidad. Le lanzó una mirada, luego se encogió de hombros—. Me han llamado cosas peores.

Se dejó caer de rodillas y apretó la cara contra su trasero, haciendo a Jaejoong gemir mientras movía la lengua sobre su agujero. Quería abrir más los muslos, pero los jeans lo tenían limitado. Algo sobre la incomodidad sólo sirvió para aumentar la sensualidad del acto, y ciertamente no impidió la habilidad o la concentración de Yunho.

Lo giró y abrió con los dedos mientras con su boca succionó su miembro chupando y lamiendo hasta que su cuerpo empezó a temblar de placer.

Él abrió la cremallera de su chaqueta y se la deslizó por la longitud de su cuerpo, desabrochándose los pantalones mientras lo hacía.

Magnate del sexo —repitió en voz baja—. Un magnate del sexo que está a punto de follarte. —Tenía los pantalones bajos y un condón puesto en cuestión de segundos, luego se posicionó contra Jae y empujó con fuerza de una sola estocada.

Jaejoong gritó al cambio de la intimidad del acto, a la ardiente intensidad de él, a la fricción incesante de su pene deslizándose contra su próstata No fue suave. Era puramente una ruda follada, y Jae llegó al orgasmo con un grito casi tan pronto como Yunho estaba dentro de él.

Los ojos de Yunho ardían brillantes con caliente lujuria, y Jaejoong se encontraba desesperado por sostener su rostro en sus manos, para calmar la tensión de su mandíbula.

Se echó hacia atrás. —¿Se siente tan bien cuando él te penetra? —

Su voz salió como un susurro rasgado cuando se estrelló contra Jae, haciéndolo jadear. Jaejoong negó con la cabeza, incapaz de decir en voz alta que no, nadie en su vida jamás lo hizo sentir así. Su boca estaba sobre la de Jae, sus dientes chocando, sus lenguas deslizándose, y sus dedos se cerraban posesivamente alrededor de sus caderas para mantenerlo estable mientras bombeaba.

¿Lo hace? —gruñó, los ojos clavados en los de Jae—. Respóndeme, Jaejoong. Di. Las. Jodidas. Palabras.

Jae cerró los ojos mientras él inclinó las caderas y casi le levanta los pies del suelo del bosque, su pene más profundo dentro de él de lo que jamás había experimentado.

Lágrimas se atraparon en su garganta y le hizo difícil hablar. —No —susurró.
No puedo oírte.
No. No. ¡No! —Las palabras arrancadas de su garganta, una admisión cruda y repleta de sentimientos para sí mismo y para Yunho de que no, Minho nunca lo hizo sentir de esta manera. Que ningún hombre jamás le hizo sentir tan empapado de lujuria, o tan lleno de deseo oscuro o tan poderoso, reverenciado y hermoso.

El gemido animal y triunfante de Yunho le llenó los oídos, y en respuesta, un segundo orgasmo, incluso más intenso apretó su cuerpo. Bam. Bam. Bam. Lo agarró firmemente mientras él se venía, y Jae se sacudió contra la base de su pene mientras su propia liberación se apoderó de él una vez más en una explosión brillante de placer.

Instantáneamente suave ahora, Yunho soltó el pañuelo de sus manos y lo estrechó en su pecho. Jae envolvió los brazos alrededor de él con fuerza dentro de su abrigo y hundió la cara en su cuello, sin saber si Yunho lo sontenía a él, o si él sostenía a Yunho.

En el bosque, el sexo se había vuelto primitivo. Trajo sin dudas a la bestia en Yunho, brutalmente arrastrando afuera las admisiones sobre Minho de él. Pero ahora todo había terminado, Jaejoong encontró que estaba contento de ello. Lo liberó del temor de que había impulsado a Minho a los brazos de otra persona, que no era lo bastante bueno para retenerlo.

Yunho le hizo darse cuenta que no podía arreglar su matrimonio por su cuenta, porque no era él quien lo rompió en el primer lugar.

Más que eso, le dejó ver la cantidad de poder que tenía dentro de sí: que él, Kim Jaejoong, era suficiente para volver a un hombre salvaje. Si Minho no vio eso, entonces no merecía su amor.

Instintivamente apretó los brazos alrededor de Yunho, sosteniéndolo con asombro por darle el sexo más intensamente erótico que jamás había conocido, y en agradecimiento por haberle dado la confianza para dar un paso atrás en su antigua vida como un hombre a tener en cuenta.

No pretendía entender lo que hizo a Yunho funcionar. Podría manejar una cadena de clubes de sexo y tiendas de adultos, pero a su manera estaba resultando ser casi el hombre más moral que él había conocido jamás.