Lothaire ~ Yunho Enemigo De Lo Antiguo (Adaptación) ~ Capítulo 47

Capítulo 47

Jaejoong cayó al suelo, su cuerpo inerte. Parecía que pasaban horas, mientras Yunho -y La Dorada esperaban que despertará. Esperando.

Por fin, se levantó, poniéndose de pie rápidamente, acariciándose el pecho ansiosamente. —¿Ren se ha ido?—Jaejoong lo afrontó. —¡Oh Dios él se ha ido!

La mandíbula de Yunho se relajó, al tiempo que fijaba la mirada en su radiante piel y en sus vívidos ojos. En esos labios con forma de arco...

Antes su atractivo lo había atormentado. Libre de Ren, su pareja era irresistible.

El ser dentro de Jaejoong, debía haber diluído su deseo por él.

Ahora era como si el feroz deseo y el instinto de protección que Yunho había sentido antes por Jae se hubieran multiplicado exponencialmente. E inyectado como una droga directamente en su cerebro y su corazón.

"Mi Novio". Eso era de lo que hablaba todo el mundo.

El rostro de Jaejoong... era como si una ventana de cristal se hubiese roto en pedazos para permitir que entrara la luz y brillara, resplandecía con una belleza perfecta.

—Mátalo, Yunho, —dijo La Dorada.

Luchando contra su control, dijo con tono desdeñoso. —¿Por qué me molestaría? 

Ya me has quitado a Ren.

—En caso de que éste mortal sea tu Novio real.

Antes, estaba encadenado por sus propios votos, ahora que estaba libre de ellos, se sentía más poderoso que nunca. Jaejoong era el faro que enfocaba todo lo que había dentro de él. —Nunca le haré daño. Y sabes que yo no puedo mentir.

—Sospechaba que era tu Novio. Ahora te ordeno que lo mates.

—Me importa una mierda lo que ordenes, hechicera.

—¿La única cosa más poderosa que el dominio que tenía La Dorada sobre él?

Era el que tenia Jaejoong. —No puedes obligarme a que lo lastime. No estás completamente curada, y te acabas de debilitar aún más asesinando a un Dios. Lucharé contra ti hasta que a ninguno de los dos le queden fuerzas para herir a Jaejoong.

—Haré esto más sencillo. —espetó La Dorada. —O lo matas o te obligaré a matarte a ti mismo. Yunho se echó a reír. —Entonces hazlo despacio súka. Me gustan los preliminares.

—¿Despacio, Yunho? Tengo todo el tiempo del mundo para observar cómo te arrancas la piel del cuerpo.

—¡No! —Jaejoong se acercó deprisa hasta colocarse de manera protectora delante de él. —Por favor ¡no hagas esto Dorada!

La hechicera no le hizo ningún caso. —Quiero que te quites la carne como si fuese una camisa, vampiro. Haré que una de mis bestias la vista hasta que se pudra sobre su cuerpo.

—¿Tú eres la que los vistes con… piel?—Jaejoong tragó repetidamente como si estuviera enfermo.

—Empieza por tu cuello, Enemigo de lo Antiguo.—dijo Dorada. Los Wendigos posaron sus horrorosos cuerpos en el suelo, preparándose para ver el espectáculo —y recoger los restos.

Yunho se encontró clavándose sus propias garras para cortarse la piel de su cuello. No puedo detenerme...

—¡Espera! —gritó Jaejoong. —¿Por qué no negocias con nosotros?

—¿Te atreves a dirigirte a mí? —La Dorada miró a Jae con su único ojo escalofriante.

—Tenemos algo que deseas. —dijo, sin tener ni idea de lo que estaba haciendo.

Entre los Wendigos, esta señora que parecía una momia, la confesión de Yunho, y el exorcismo de Ren, tenía tantas cosas en la cabeza, que su mente casi se había quebrado.

Sin embargo, estaba intentando mantenerla unida para salvar a su vampiro.

—El libro de contabilidad de Yunho con sus deudas de sangre.

Sólo detén la mutilación por un minuto y déjame hablarte de él.

La Dorada indicó con el brazo a Yunho para que se detuviera y entonces se dirigió a Jae.

—Explícate.

—Hay miles de deudas. Él ha trabajado en ello desde siempre. A cambio de dejarnos vivir a los dos y no darnos más problemas, te daremos... la mitad del libro.

—¿Y quién está en deuda? ¿La escoria del Lore?—La Dorada desenrolló un trozo de venda, echando una ojeada a la herida que se veía debajo y suspiró. —¿Inmortales de voluntad débil?

Jae movió la cabeza. —Tenemos reyes, reinas, dioses. Algunos de los buenos también —a los que no puedes manejar. —Endureciendo la voz, dijo. —Pero no puedes forzar a Yunho a que sólo te lo entregue porque él es malo y puedes controlarlo como a un muñeco. Esto tiene que ser un acuerdo.

La Dorada parpadeó con su único ojo. —¿Por qué tiene que serlo?

"Buena pregunta. ¡Piensa Jae, piensa!".

—Para que puedas cobrar estas deudas, deben haber sido conferidas a ti voluntariamente. —Eso sonaba lógico. —Si le quitas su libre albedrío y robas sus votos de sangre, los votos no valdrán ni el papel donde están escritos.

La Dorada se dirigió a Yunho. —Puedes hablar, ¿existe ese libro?

Jae había esperado que él se pusiera a rugir por esto, rehusándose a negociar con el trabajo de toda una vida.

En cambió, está mirándome como si... estuviera asombrado.

—El libro es exactamente como dice mi Novio. —Lenguaje de Yunho. La parte del libro sí, pero lo del libre albedrío no lo era.

La Dorada inclinó la cabeza, enviando brillantes ondas de pelo que se desplomaban como fibras sin vida. —Me gustaría elegir a mis deudores, decidir la división.

—Si permites que use el anillo, —dijo Yunho. —Te lo daré completo.

Jae dio un grito ahogado. 

—¡El anillo no da más que problemas, es peligroso!

—No tienes ni idea, —murmuró la Dorada —lo llevo pero no lo uso más.

—¡Entonces no hay motivo para que no me lo prestes, hechicera!

Jae movió la cabeza tristemente. —No, Yunho.

Con la voz elevándose a cada palabra, Yunho le dijo a La Dorada.

—Ahora que estamos negociando y tú tienes el anillo

—¡mierda, me gustaría poder moverme otra vez!

Otra onda de La Dorada y él estuvo libre.

Agarró a Jae de los brazos. —Debo tener este poder. Joongie, debes convertirte en vampiro. Y aunque estoy contentísimo de que Ren se haya ido, la corona de la Horda ha desaparecido con él.

No voy a dar carpetazo a mis ambiciones como si fuera un maldito juego.

—Por favor, ya resolveremos eso juntos. —dijo Jae, pero Yunho permaneció inamovible.

—¿Qué pasa si hay más juramentos que me estás ocultando y desconozco?

—No hay ninguno. Confía en mí.

—He confiado en ti, y esta noche casi muero dos veces por tu culpa.

Yunho se estremeció, pero aún así le dijo a La Dorada.

—Permíteme utilizar el anillo hasta mañana a medianoche, y el libro es tuyo.

La Dorada cerró brevemente su ojo, en silencio. —Tráemelo. —le dijo finalmente a Yunho. —Si es como dice tu mortal, entonces haré un trato por el anillo.

En la periferia de la habitación, los Wendigos no estaban contentos, como si les molestará no matar a nadie.

Haciendo caso omiso de las protestas de Jae, Yunho rescató el libro de su caja fuerte, mostrándoselo a La Dorada. El ojo de la hechicera se iluminó. Los dos hicieron sus votos.

El libro de Yunho, dado libremente, compraría veinticuatro horas con el anillo de Sums. Después de lo cual La Dorada regresaría aquí por el anillo.

Con una expresión mordaz, La Dorada se sacó el anillo y se lo tendió.

—Esta vez conservaré mi pulgar, Enemigo de lo Antiguo.

Y cuando Yunho le tendió su inestimable libro de contabilidad a La Dorada, lo hizo sin un segundo vistazo.

Porque su mirada estaba absorta sobre Jae.