La Caricia De Las Alas (Adaptación) ~ Capítulo Tres

Capítulo 3

Con una última mirada a las filas de camas de hospital ocupadas y a las extensiones interminables de colgantes líneas intravenosas, Jaejoong, abandonó el hospital y se dirigió al laboratorio para llamar a Shim Changmin, el capitán de los Centinelas.

Se sentó en su escritorio y pulsó la marcación para la oficina en casa de Changmin, su mente giraba en torno a pensamientos de su líder y los juicios a los que se estaba enfrentando en la actualidad, muchos de los cuales llegaron,a causa de su amor prohibido con una mujer una vez mortal, llamada Ara.

Se trataba de un afecto que Jaejoong y todos los demás Centinelas, no podían relacionar; se referían a que todos ellos permanecían carentes de emoción, como habían sido creados para ser.

Sólo Changmin había cambiado lo suficiente por su tiempo en la tierra como para cultivar un corazón.

—Shim —saludó Changmin al cuarto tono.

—Capitán. Aquí Jaejoong.

Changmin le había encomendado el estudio de la patología que provenía de las filas de vampiros y Jaejoong había estado trabajando sin cesar en esa asignación durante semanas.

Jaejoong era quién había descubierto por descuido, que la sangre de Centinela, curaba la enfermedad. Considerando las decenas de miles de vampiros sólo en Asia y los menos de doscientos Centinelas que quedaban vivos, se trataba de información que no podían permitirse el lujo de dar a conocer a los vampiros, antes de que una cura alternativa fuera encontrada.

Cuando el pánico sobre la enfermedad se propagara más rápido, que la propia

enfermedad, que sin duda iba a pasar, era sólo una cuestión de tiempo, los Centinelas podrían ser cazados hasta la extinción por su sangre curativa.

—¿Cómo estás progresando? —preguntó.

—Lento pero seguro. Tengo una docena de infectados ahora. Podemos mantenerlos vivos con constantes transfusiones de sangre, pero tienen que permanecer anestesiados o son imposibles de controlar.

No tenía que explicarse; Changmin sabía que tan violentos eran. Cuando había venido para visitarlo en el laboratorio, los había visto en acción directamente.

—¿Qué tan rápido pierden la función cerebral superior? —Jaejoong estaba intrigado por la pregunta.

—¿Cuán lejos quieres que vaya para averiguarlo?

Ya están infectados en el momento en que los encuentro. Si lo que quieres es un informe de lo que ocurrirá a partir de la exposición a la enfermedad, tendré que infectar deliberadamente a sujetos sanos.

—Hazlo. Nuestra sangre es una cura, así que podemos invertir el daño.

Era una orden brutal, pero Changmin tenía la fuerte convicción de llevarla a cabo.

Era una de las muchas razones por las que era el líder Centinela y el por qué los Centinelas aún respetaban su liderazgo, a pesar de su amor por Ara.

Ahora era una joven vampiro, por la que rompió la misma ley, por la que había sido enviado a la tierra para hacer cumplirla . Esa ley que prohibía la confraternización con los mortales, había estado en la mente de Jaejoong mucho, en los últimos días desde que había encontrado a Yunho.

Todo había empezado con los Ángeles Vigilantes. Los Vigilantes habían sido enviados a la

tierra para observar e informar sobre el avance del hombre, sin interferencias pero habían desobedecido y comenzado a aparearse con los mortales en su lugar. Esto disgustó enormemente al Creador y los Centinelas habían sido enviados a castigar a los vigilantes.

Los vigilantes fueron despojados de sus alas y se les conocía como los Caídos o Fallen, los primeros vampiros de los cuales, todos los otros vampiros nacieron. Los Caídos o Fallen eran más poderosos, que los vampiros minions que habían creado.

Eran más fuertes, más rápidos y capaces de caminar en la luz del sol, tampoco tenían

nada que perder.

—¿Has sido capaz de detectar cualquier patrón en la rapidez de la progresión? —

preguntó Changmin.

Algunos secuaces habían muerto a los pocos días, otros duraron un par de semanas y otros todavía parecían ser inmunes.

¿Por qué?

—Creo que estoy en algo en ese sentido. —Su entusiasmo llegó a través de su voz .

Todavía no estoy completamente seguro, pero parece como si el progreso variara

dependiendo de cuán lejos el minion pertenece a la jerarquía vampírica de los Caídos.

—Hay que analizar la sangre de los Fallen —conjeturó.

—Sería de gran ayuda, sí —admitió Jaejoong, sabiendo lo difícil que sería alcanzarla —.

Luego podré ver si al menos retrasa el desarrollo de la enfermedad.

Hablaron de la logística durante unos minutos más. A continuación, Changmin se despidió con la orden de mantenerlo informado.

—Sí, Capitán —dijo—. Por supuesto.

Al colgar, Jaejoong se encontró con ganas de regresar a donde uno de sus pacientes, un apuesto mortal con los ojos de un ángel.

Había pasado más tiempo en su habitación durante las últimas cuarenta y ocho horas de lo que nunca lo había hecho, incapaz de resistir viendo la salud y la vida volver al cuerpo de Yunho.

Se dijo que tenía una razón válida para estar tan centrado en él, ya era hora de que alguien se ocupara de él. Había pasado por muchas cosas y desde que él era quien le había reclamado, era su responsabilidad. Era irrelevante que el deber sólo resultase darle mucho placer.

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Era la criatura más hermosa que había visto.

Yunho estaba maravillado con él, como si fuese su ángel guerrero.

Era una cosa pequeña, pero feroz, su cuerpo se había vestido de camuflaje urbano y botas para selva emitidas por el ejército. Su pelo era negro, como el suyo y sus ojos tan oscuros, aunque sus iris brillaban, como si se llenaran con llamas cerúleas. Era una contradicción, una parte de mística belleza, una parte de contemporánea.

Su cabello iba a la moda , en una sacudida lisa alrededor de su rostro picante y su cuerpo delgado y curvilíneo, estaba sorprendentemente enmarcado por alas increíblemente impresionantes.

Eran enormes y pesadas sin duda, pero las movía con facilidad. No eran simplemente blancas como los dibujos e imágenes de ángeles que había visto toda su vida. Eran casi transparentes y las plumas le recordaron al amanecer, unas plumas rosa pálido oscureciéndose en azules y morados con un toque de filamentos dorados. Eran tales alas, tanto juguetonas como seductoras.

Con un suspiro, Yunho se hundió más profundamente en la nube en la cual flotaba, sintiéndose cobijado y en paz. Se había ido del infierno al cielo... debido a él.

Él lo había salvado.

Había matado a las cosas que lo habían torturado durante tanto tiempo, tomando sus vidas repulsivas con unas muertes espantosas.

Él había escuchado sus gritos de cerca con una alegría casi maníaca y cuando vio las grandes cantidades de sangre salpicadas en la ropa de su ángel de la guardia y en su hermoso rostro, él lo había amado mucho más.

Entonces, él había ordenado que ese Infierno fuera quemado hasta el suelo. Había estado

de pie, allí con él y lo vio arder en llamas, asegurándose de que su calvario había terminado.

Él había sido vengado.

Su gratitud y adoración por él, eran tan intensas que quedó anegado. Se estrelló sobre él,

como las olas suaves sobre las cuales estaba, desbordando sus ojos de lágrimas.

—Yunho...

Él suspiró al escuchar su nombre pronunciado con su voz melodiosa. Había un ritmo en sus palabras que lo conmovió y lo atraía. Pensó que podría seguir esa voz en cualquier lugar. Incluso fuera de la confortable y bendita inconsciencia.

—Yunho, despierta ahora.

Al abrir los ojos, miró hacia arriba para encontrar a su ángel inclinado sobre él y su aliento atrapado en su belleza incandescente. Él tenía la piel pálida, cremosa y se enmarcaba muy bien por el pelo tintado. Sus labios eran suntuosos y de bayas maduras, tan suaves que en el futuro le gustaría poder tocar con la punta de los dedos.

Él fue la primera y única cosa que había visto, aún después de interminables días de oscuridad. Si él también fuera la última cosa que viera, moriría siendo un hombre feliz.

—Gracias.

Yunho se sorprendió por la fuerza y la plenitud de su voz. Su ángel pareció estar sorprendido por ello también, parpadeando un momento antes de que la más mínima insinuación de un ceño fruncido, estropeara el espacio entre sus cejas.

Tragando saliva, se dio cuenta de que su garganta ya no estaba reseca y dolorida. Y entonces comprendió. No solo le había salvado la vida, sino que había venido a recogerlo después de su muerte.

—¡Maldita sea! —gruñó Yunho—. Morí en ese hoyo del infierno.

—¿Cómo dices?

—¿Estoy muerto, verdad? —Yunho miró alrededor, encontrando el cielo siendo... no lo que él había esperado. Estaban en una pequeña habitación sin ventanas. Yacía recostado en un sofá.

Había una mesa de café y un centro de entretenimiento con equipamiento de serie.

Una puerta hacia el lado parecía llevar a un baño, mientras que otra... llevaba a otro lugar.

—No, no lo estás. — le respondió un comprensivo Jaejoong.

Su boca se curvó en algo parecido a una sonrisa y su corazón dio un vuelco a la vista de él.

¿Cómo te sientes?

Yunho hizo un rápido inventario mental, y se sorprendió al encontrar que se sentía muy bien. Impresionante, realmente.

—Me siento muy bien.

—Hice un buen trabajo cortándote tu cabello —dijo Jaejoong con una mueca de dolor lamentándolo—. Lo siento mucho, pero estaba en muy mal estado.

Yunho se sentó, permitiendo que las mantas metidas alrededor de sus hombros cayeran en su regazo. Se metió las manos por el pelo, evaluando su longitud.

Bajando sus brazos, buscó pruebas de las mordeduras que había soportado y no encontró

ninguna. Entonces, Yunho lo contempló, confundido, preguntándose si se había vuelto loco finalmente y este encuentro era simplemente un invento de su imaginación retorcida.

—¿Dónde están tus alas?

—Escondidas.

—No puedo verlas. —Mierda. ¿Qué significaba que no podía verlas?

—¿Quieres verlas?

—Sí. Sí, lo harías. Por favor. —Jaejoong se paró y se respaldó en un espacio abierto.

Yunho observaba, clavado, como zarcillos sinuosos de humo aparecían por encima de sus hombros y poco a poco tomaban la forma y el fondo de las alas. Las mismas alas preciosas como el amanecer que recordaba.

Incapaz de contenerse, apartó las mantas y se levantó. Yunho se acercó a Jaejoong con la mano extendida, con ganas de tocarlas.

—Yunho... —Dios, como amaba su voz. Incluso ahora, cuando sonaba ahogada.

• ¿Sí? —Sus alas desaparecieron un instante antes de que él las tocara.

—Estás desnudo.

—Estoy… sí. —Él miró a lo largo de su cuerpo y se encogió por dentro.

Estaba muy delgado. Y pálido como un fantasma.

—Te he traído algo de ropa. —Jaejoong hizo un gesto a la pila de ropa cuidadosamente doblada en la mesa de café—. Probablemente va a ser un poco grande, pero crecerás en ellas. Deberías ponértelas.

—Yunho se frotó la parte de atrás de su cuello.

—¿La desnudez es algo malo por aquí?

—Los labios de Jaejoong temblaban y luego una sonrisa real se liberó, deslumbrándolo.

—Tú, realmente, no estás verdaderamente muerto. Estamos actualmente en Seúl.

Y sí, en Corea por la desnudez todavía puedes obtener un arresto.

—Estoy vivo. —Yunho repitió tratando de dejar que esa información se asimilara en su cerebro, pero continuó flotando en el reino de lo inverosímil.

—Lo estás. Pero deberías sentarte. De repente te has puesto muy pálido.

—Yunho aceptando su consejo, se sentó.

—Todavía estoy vivo, y eres un ángel.

—Correcto.

Jaejoong tomó asiento nuevamente en el sofá, viéndose como un hada con su diminuta camiseta negra y botas y pantalones de camuflaje urbano.

—Hace dos noches, mi equipo y yo, asaltamos un nido de vampiros en las afueras de Seúl. Te encontré allí, en el sótano. Te mantuvieron cautivo durante casi un año.

—Nido de vampiros. —Yunho encorvado, se agarró su cabeza —.

Esto tiene que ser una especie de locura inducida por la alucinación — susurró Yunho.

—Puedes creer eso si quieres. Lo que sea que haga, que sea más fácil para ti para procesarlo — Jaejoong dudó un momento y luego preguntó—: ¿Tienes hambre?

El estómago de Yunho estaba royendo con la necesidad de alimentos, pero dijo :

—No sé si pueda aguantar alimentos sólidos. Sólo he sido alimentado por vía intravenosa

desde que fui secuestrado...

Por vampiros.

Secuestrado por vampiros.

Un duro ladrido de risas brotó de la garganta de Yunho. Y comenzó a reir sin control.

Jaejoong lo observó con una inclinación contemplativa de la cabeza, como si estuviera tratando de evaluar si se había ido por las paredes o no.

—Físicamente, estás completamente en forma. Has perdido el tono muscular por

supuesto, pero lo adquirirás rápidamente. ¿Qué te gustaría? ¿Una Big Mac? ¿Un filete? ¿Mariscos?

Toda la conversación era demasiado surrealista.

— Yunho dejó de reír de golpe y preguntó:

—¿Tienes un nombre?

—Jaejoong.

—Je-Jung —murmuró él, absorbiendo el sonido de ello—. Es hermoso. Te queda.

—Oh, bueno... gracias.

—Lo siento —suspiró Yunho, sintiéndose muy incómodo y fuera de su lugar, un estado extremadamente inusual para él cuando hablaba con un hombre increíblemente hermoso.

—No estoy pensando muy bien. Mi cerebro parece haberse atrofiado, junto con mis músculos.

—Lo estás haciendo muy bien, Yunho —le elogió Jaejoong —. Estoy sorprendido por ti. Hay muy pocos mortales lo suficientemente fuertes como para salir de esta terrible experiencia con la mente intacta.

—No se siente intacta —murmuró Yunho—. Se siente pesada, dispersa, me cuesta hilar mis ideas y de pronto de vuelta al infierno.

—El tiempo hará que sea mejor, te lo prometo.

—Jaejoong se levantó y puso su mano sobre su hombro, dándole un suave apretón tranquilizador—.

Voy a estar en el pasillo mientras te cambias. Ven cuando estés listo, y vamos a hablar más sobre lo que quieres para comer y puedo contestar cualquier pregunta que puedas tener. Estoy seguro de que tienes un montón de ellas.

Yunho asintió con la cabeza.

Oh, sí.

En el momento en que la puerta se cerró detrás de su espalda en retirada, Yunho se sintió despojado. Todo perdió su color cuando Jaejoong salió de la habitación y un leve brote de pánico vibró en su pecho.

¿Cuánto tiempo estuvo con él?

Estaba seguro de que los ángeles de la guarda no se quedaban allí por tiempo indefinido.

En algún momento él podría pasar a otra asignación.

Su corazón empezó a latir con fuerza y sacudió sus manos. La habitación se inclinó y contuvo la respiración rápido para evitar una oleada de náuseas.

Él lo necesitaba.

Él no podía dejarlo.

—Jaejoong... —trató de llamar a su espalda, pero su voz era un susurro de dolor.

Tenía que estar cerca. Necesitaba que él le restableciera el equilibrio y la ecuanimidad.

Sin Jaejoong, él era el hombre aterrorizado de la fosa. Se sintió sin fuerzas.

Rápidamente tirando de la ropa que había dejado para él, se apresuró a unirse a Jaejoong.