Juegos De Caballeros ~ Capítulo 11

Capítulo 11 +18

Yunho llevó a Jaejoong a través del club. A través de habitaciones llenas de extraños follándose los unos a otros. Más allá de la bañera de hidromasaje, una maraña de extremidades desnudas, una mujer rubia desnuda con tres hombres en ella. Uno por detrás. Uno por delante entre sus muslos extendidos. El tercero de pie sobre ella con su pene en su boca.

Ella llamó la atención de Jaejoong mientras pasaban, una silenciosa pero inconfundible invitación para sumarse, tenía a Jaejoong apresurándose para evitar su mirada. Podría haber dejado a Yunho tocarlo aquí, pero no tenía ganas de dejar a nadie más.

Escaleras arriba, Yunho abrió una puerta tras otra, y un caleidoscopio de imágenes de sexo explícito se quemaron a sí mismas en las retinas de Jaejoong. La música de la planta baja también se oía aquí, un ritmo bajo sexual que sustenta la acción. Si la planta baja parecía lasciva, aquí arriba era francamente obsceno. Parejas. Tríos. Orgías.

Yunho abrió la puerta de la habitación que contenía la cama que Jaejoong había probado, y esta vez no se hallaba vacía. Tres mujeres desnudas estaban enroscadas una alrededor de la otra en un triángulo sáfico.

Una pelirroja se encontraba situada al final de la cama viendo las actuaciones, con un pie de tacón de aguja apoyado en el colchón para darle a la mujer arrodillada en el suelo entre sus piernas mejor acceso. La mano de Yunho masajeó a Jaejoong por detrás mientras él quedó paralizado en su sitio.

Podía ver claramente la lengua de la mujer trabajando su magia entre las piernas de la otra… moviendo rápidamente su clítoris… a diferencia de la mayoría de las mujeres en el club, ella no estaba completamente afeitada. Un triángulo de suaves rizos rojos cubrían su sexo, y de alguna manera representaba el acto oral más íntimo, como ver animales salvajes.

—Jodidamente hermoso, ¿no es así? —susurró Yunho, y movió la mano detrás de Jae para cubrir su abultada erección. La garganta de Jaejoong se sentía reseca. No quería estar excitado por lesbianas. No quería disfrutar de la sensación del miembro de Yunho en su mano mientras observaba a alguna mujer venirse en la cara de otra mujer.

Quería irse, pero Yunho le bloqueaba el camino, y la mujer comenzó a gritar. Se iba a venir, justo aquí delante de Jaejoong. Él retrocedió, pero sólo tuvo éxito en estar más cerca en contra de la dureza del cuerpo de Yunho.

—No huyas. Obsérvala venirse. ¿Puedes ver lo cerca que está, Jaejoong? —Yunho meció su miembro en la parte de atrás de su mano—. Ve lo rosada que está. Cristo… —susurró Yunho—. Tú eres incluso más hermoso Jaejoong.

La mujer ahora realmente gemía, y se extendió a sí misma aún más amplia con sus dedos. Jaejoong no podía quitar los ojos de su brillante sexo, sus labios extendidos para esa golosa boca.

—Tan mojada… —Yunho respiró—. ¿Estás mojado, Jae? —

Jaejoong agarró su miembro duro. Sí—. Imagínate como te vas a sentir cuando lama tu ano de esa manera.

Jaejoong se puso tenso, demasiado perdido en la bestial sensación para estar avergonzado. La cadera de la mujer se sacudió contra la cara de su amante, y los dientes de Yunho se hundieron en la oreja de Jaejoong.

—Vamos. El espectáculo terminó.

—Supongo que podemos tachar “hacerte ver un espectáculo en vivo de sexo de lesbianas” de mi lista, también —dijo Yunho secamente, mientras lo guiaba por el corredor. Jaejoong no podía mirarlo. Su cabeza daba vueltas. Demasiadas imágenes sexuales. Demasiadas posiciones. Demasiada información para procesar. Demasiadas emociones que no había esperado y no sabía cómo manejar.

Estaba avergonzado de su reacción allá en esa habitación, avergonzado por el hecho de que lo había encontrado tan erótico.

Yunho lo presionaba demasiado lejos. No tenía idea de quién era, de cómo actuar, cómo regresar a la normalidad después de lo que Yunho había hecho con él.

—Por favor, Yunho. ¿Podemos regresar ahora? —Se giró hacia él, y sus ojos recorrieron su cara por unos cuantos minutos en silencio.

—Suficiente por ahora, ¿eh? —Tranquilo, no pasa nada. Ahuecó su mejilla.

—Más que eso —dijo Jaejoong, su garganta de repente obstruida con lágrimas. Todo esto está mal, mal, mal—. Quiero ir a casa. —Jaejoong recogió su bolso de la habitación de Yunho tan pronto como llegaron a su suite. Se sentía agotado más que cansado. Saturado más que informado, y quería estar solo para mantener su propia asesoría.

Yunho parecía robarle la capacidad de pensar racionalmente; un toque y su resolución y raciocinio se derretía como un cubo de hielo que se enfrenta a un soplete.

No quería derretirse más. Si tan sólo pudiera mantener la calma y la compostura cerca de él, entonces nada de esto habría pasado.

Yunho inclinó su cabeza de lado.

—Siempre puedes dormir aquí.

Jaejoong negó con la cabeza y miró lejos de él.

—Necesito ir a casa, Yunho. —Sabía que su voz sonaba acuosa, probablemente porque tenía que forzarla más allá de las lágrimas que brotaban de su garganta.

Yunho parecía como si iba a decir algo pero luego lo pensó mejor. Tomó las llaves de la mesa y las lanzó al aire.

—Está bien. —Atrapó las llaves y señaló hacia la puerta—. Te llevaré ahora.

Jaejoong suspiró más fuerte, aliviado de que Yunho había elegido no pelear con él. —Gracias —murmuró, siguiéndolo mientras cerraba la puerta y se dirigía hacia la salida de emergencia de nuevo.

Tragó bocanadas de aire de la noche fresca mientras bajaba  por las escaleras de incendio de metal, más que agradecido de que Yunho lo hubiera llevado por la parte de atrás del club. Jae no podría enfrentar todo eso otra vez esta noche.

Yunho le quitó el seguro al auto y Jae se deslizó en la seguridad del cuero negro, el vidrio y el metal a su alrededor, un muro de bienvenida separándolo de la depravación más allá.

Y entonces Yunho entró con él, el gran maestro de toda la depravación, y no estaba seguro en el auto, o en cualquier otro sitio.

Porque si Yunho se encontraba cerca, no estaba seguro de sí mismo.

Condujeron en silencio, el auto devorando los kilómetros como si fuera caramelo.

El cuerpo de Jaejoong dolía, pero su corazón dolía aún más.

Todo era un caos total en su cabeza. Amaba a Minho. Quería a Yunho. El sexo con Minho era… apretó los ojos. El sexo con Minho era aburrido. No lo supo hasta que Yunho le había quitado la venda de los ojos. Jesús, ni siquiera había tenido sexo con Yunho, no como Dios manda, pero aun así, lo había excitado más en los dos últimos días que Minho en los últimos años.

Sus ojos se desplazaron hacia su perfil mientras él miraba la carretera, manejando el auto deportivo con fácil experiencia. Las luces de las señales de tráfico y las fachadas de las tiendas brillaron, sombras multicolores por las laderas y los ángulos de su cara. Verdes neón, rosados calientes, rojos peligrosos. Extraño, sin embargo familiar. Una extraña hermosura. Se había puesto una chaqueta de cuero sobre su camisa, dándole un aire de modelo de dudosa procedencia de una revista costosa.

Él llevaba su belleza sin ninguna disculpa, así como no se disculpaba por el negocio que había elegido por sí mismo. Era un hombre totalmente a gusto con su piel, y parecía vivir una vida sin compromisos o convenios.

Jaejoong no podía evitar envidiarlo.

Él desaceleró el auto hasta estacionarse fuera de su casa; no le había preguntado donde vivía y no fue ninguna sorpresa que ya supiera.

Le había dado una mirada y parecía ver sus secretos más íntimos, algunos de los cuales eran tan profundos que ni él mismo era consciente de ellos.

—Hogar, dulce, hogar —murmuró mientras apagaba el motor—.

¿Vas a invitarme a tomar un café?

La idea de Yunho dentro de su casa, la casa de Minho, horrorizó a Jaejoong.

Verlo sentado en la silla de Minho… tomar desde la taza de Minho… simplemente parecía muy mal. Invitarlo a la puerta borrando todas las líneas, hacerlo parte de su matrimonio en lugar del distinto espacio que Jaejoong había reservado para él en su mente.

—O sólo podrías invitarme a tener sexo. Prefiero el sexo que el café.

—Yunho… —Suspiró y retorció los dedos en su regazo—. Yunho ya no puedo trabajar para ti. Todo esto es un desastre. —Sacudió la cabeza y miró por la ventana, con los labios fruncidos—. No puedo creer que haya hecho todo esto.

Él se giró, pero Jae se rehusó a encontrarse con su mirada.

—Estás equivocado —dijo—. El error sería para ti correr de prisa bajo tu roca y esconderte de quien realmente eres. La ira golpeó caliente dentro de Jae.

—Oh por favor, Yunho. ¿Qué es lo que realmente sabes de mí? — Este hombre en realidad no lo conocía, no en ninguna manera que importaba. Su relación no había seguido ninguna de las rutas convencionales, él lo conocía íntimamente, sin embargo apenas en lo absoluto. Pero entonces ahí estaba el sexo. Oh Dios, el sexo.

—Sé lo suficiente. Sé que te has sentido vivo en este último par de días más de lo que te has sentido en un largo tiempo. Lucías apagado cuando viniste a mí. Ahora… —Se encogió de hombros—. Ahora, estás ardiendo.

Jaejoong cerró los ojos para contener las lágrimas que lo amenazaban.

No era muy dado a llorar, pero estar cerca de Yunho parecía intensificar todas sus emociones. Él definitivamente lo había hecho venir diez veces más fuerte de lo que había conocido antes. Jae gimió y colocó las palmas de sus manos en los ojos y se los frotó duro.

No podía mentir, él tenía razón. Tal vez había estado a la deriva a través de su vida matrimonial en un estado de insatisfacción sin saberlo, pero eso no excusaba su comportamiento. Se encogió ante la idea de estar en el club, en esa habitación, viendo a esas mujeres teniendo sexo, con la erección de Yunho apretada en su mano.

—Entra, Jaejoong, duerme un poco. —Él encendió el motor—.

Empezaremos después del almuerzo mañana otra vez. No llegues tarde.

Jaejoong ya sabía lo suficiente como para darse cuenta que no tenía sentido discutir con él. Necesitaba escapar dentro del santuario de su propia casa. Tener a Yunho y su auto fuera de su entrada. Él claramente no creía que Jae pudiera resistírsele.

Se equivocaba. No iba a volver a trabajar en Jung Corp. mañana ni ningún día otra vez.

Yunho observó a Jaejoong subir por el sendero del jardín, despeinado y delicioso. No podía ayudarlo a luchar la batalla que se desencadenó en su cabeza en este momento; él entendía que Jae necesitaba estar solo esta noche para sacar sus sentimientos para sí mismo. Él aceleró el motor y movió el auto lejos sin mirar hacia atrás. 

 

Jae estaría de vuelta en su oficina mañana a las dos en punto. Sólo que no lo sabía todavía...